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La calle que comunica con el acceso a Alto Verde se llamará “Maestro Alfredo Bravo”

 

En la sesión del jueves 11 de septiembre de 2008, el Concejo Municipal sancionó una ordenanza que dispone que se designe con el nombre de “Maestro Alfredo Bravo” a la calle que parte desde la Fuente de la Cordialidad (ubicada sobre la Ruta Nacional Nº 168) hacia el sur y corre paralela a la misma ruta y comunica con el acceso al barrio Alto Verde.

Fundamentos de la Ordenanza

Alfredo Bravo fue maestro, dirigente sindical, subsecretario de Educación, copresidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Diputado de la Nación, Presidente del Partido Socialista y senador elegido por los vecinos de Buenos Aires.

El Bloque Socialista fundamenta su iniciativa destacando que “durante su apasionada vida, Alfredo Bravo dio una dura pelea a favor de la vida y contra todas las formas que representaban la muerte. Trabajando hasta el último día, vivió intensamente sin desperdiciar un minuto, acumulando una historia personal que bien vale recordar”.

Bravo, quien a los 17 años se afilió al Partido Socialista, un año después se iniciaba en la docencia en una escuela rural. Aunque rica, esa experiencia fue breve; pues a poco de comenzada debió interrumpirla para incorporarse al servicio militar obligatorio. Al finalizar este, reinició su labor docente ya en la ciudad de Buenos Aires y paralelamente se incorporó a la Confederación de Maestros y Profesores donde aprendió el abecé del gremialismo de la mano de Italo Américo Foradori. Fue fundador de la CTERA.

Los socialistas recordamos que “corría el año 1975, en los que la vida humana valía muy poco para los asesinos de la triple A que regaban con sangre la tierra argentina. En diciembre de ese mismo año, Bravo junto a otros dirigentes asumen la terrible circunstancia por la que atravesaban los Argentinos y fundan la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Meses más tarde, con el golpe de Estado, el gobierno de la dictadura militar inició el período de la historia más trágico y violento que conoció la Argentina. Resistió a la dictadura desde el primer día activamente reclamando por los hombres y mujeres que desaparecían. Así lo hizo hasta que en septiembre de 1977 le tocó a él ser desaparecido. Un grupo de tareas se lo llevo de la escuela para adultos en la que daba clases. En algún chupadero de la provincia de Buenos Aires conoció la tortura de los subordinados de Ramón Camps y de Miguel Etchecolatz”.

Las presiones internacionales obligaron a que la dictadura legalizara la situación de Alfredo y mutase su condición de desaparecido en la de detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Durante más de un año estuvo en la Unidad Nº 9 de La Plata para luego pasar a un régimen de prisión domiciliaria. Cuando recobró la libertad, su cuerpo aún tenía las llagas de la tortura, pero su espíritu parecía no tener siquiera un rasguño. Volvió a la humilde oficina de CTERA en la calle México donde también supo funcionar la APDH. Cesanteado de sus cargos como docente, Bravo se convirtió en vendedor de libros y en ese nuevo rol volvió a las escuelas en las que directores y directoras, a sabiendas del riesgo que corrían, le abrían las puertas para que el querido compañero pudiese ganarse la vida. Antes de ser secuestrado Bravo había retomado la actividad política a través de su militancia en la Confederación Socialista Argentina, un agrupamiento que intentaba aglutinar a los socialistas de la diáspora que se iniciara tras la división del viejo partido en 1958.

“En 1987, cuando el Poder Ejecutivo impulsó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, Alfredo Bravo expresó su repudio hacia ambas normas y le entregó su renuncia indeclinable al cargo que ocupaba. Luego, se volvió a la escuela primaria de la que era director”. Este último gesto tuvo un significado oculto que merece ser destacado. Al renunciar a la Subsecretaría, “Bravo estaba en condiciones de obtener una de las llamadas jubilaciones de privilegio. Como ese beneficio le parecía indigno, decidió eludir la normativa en vigencia, trabajar tres años más como docente y evitar así que le concedieran la suculenta jubilación que obtenían los ex funcionarios”.

Bravo, “convencido de que el sistema democrático en Argentina reclamaba la presencia de una fuerza socialista madura, coherente y con capacidad”, se incorporó con buena parte de sus compañeros de la Confederación Socialista Argentina al Partido Socialista Democrático. Como candidato de la Unidad Socialista, fue elegido en 1991 diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires. Junto con el socialista santafesino Guillermo Estévez Boero y Ricardo Molinas integró un bloque que batalló en inferioridad numérica contra las transformaciones neoliberales. Fue elegido por la Ciudad de Buenos Aires convencional constituyente en 1994. Su mandato legislativo fue renovado en 1995 y en 1999. Similar reconocimiento recibiría en el 2001 cuando el voto popular lo consagró senador por la ciudad de Buenos Aires, cargo del que fue despojado por la mayoría oficialista.